SOLO PUEDE QUEDAR UNO
Estamos condenados.
Condenados a sobrevivir a golpe de rebeldía en una sociedad esperpéntica y cual Max Estrella, vestiremos de principios cada despertar y haremos de los valores propios, nuestro centro de gravedad.
Condenados a vivir eternamente en un mundo que no
reconocemos, con seres inanimados de cartón piedra, fabricados en serie por una
gigantesca máquina de tontos como churros.
Condenados a asistir a la ceremonia de los incapaces,
de los tarados, de los mediocres, de los cretinos. Condenados a la cena de los
idiotas, al banquete de los lameculos, de los huelebragas… condenados a vivir
en Matrix.
Pero aceptamos el reto, nuestra razón lo exige. Os
tomamos la palabra que nunca nos ofrecisteis y echamos a la talega el odio que
nos acreditáis, usándolo como forraje de primera necesidad para nuestra
travesía del desierto en que habéis convertido Europa. Es de comprender el
disgusto que os lleváis cuando de tarde en tarde -tampoco damos pa más-,
encargáis a algún lacayo con licencia para husmear, un informe de “la ultra” y
remite un memorándum con dos palabras: “ahí siguen”.
Y es que no hay nada que joda más que tropezarte en tu
propia fiesta con alguien que aborreces y al que dabas por muerto. Y no podemos
decir que sintamos el disgusto ocasionado. Aquí estamos y estaremos por más que
tengamos que atravesar océanos de tiempo; porque hemos defendido tantas veces
la verdad frente a la historia vomitada, que en ocasiones solo alcanzamos a
escuchar el eco de nuestras palabras.
Hemos despertado cientos de amaneceres buscando la
luna en el reflejo de un charco, ambas manos crispadas en las rejas; con el
recuerdo de aquella última puesta de sol ahogando el paso al lamento con un
beso y la promesa de volver. Porque cargamos a hombros nuestra carne con la
bandera de la patria como sudario. Porque seremos el último obstáculo que
tendréis que superar para derribar los muros de ésta nación y esto solo lo
podréis hacer apartando nuestros cadáveres.
Nos sobran los motivos. Somos el estudiante muerto por
la espalda cuando vendía un periódico. Somos el abogado que abandona la vida
regalada para mirar de frente la boca negra de una docena de fusiles. Somos los
que cuelgan por los pies en una desvencijada gasolinera. Somos el matrimonio
que salta en pedazos en una carretera secundaria en Francia. Somos el poeta que
sonríe -“será un honor”- cuando le comunican que lo atravesarán contra una
pared. Somos los tres niños que empapan con sangre propia una calle en Roma.
Somos el “Europeo que se expresa en francés” y se inmola en el altar de la
regeneración. Somos los dos muchachos de Atenas. Y por supuesto, somos el joven
que soñó con una juventud diferente y dejaron tirado en el portal de su casa.
Somos todo esto y mucho más…“la sangre en la nieve, la memoria de niños con uniforme, las cenizas humeantes de Hiroshima y Nagasaki”. Somos los que ponen nombres a las estrellas y nos saludamos con viejas palabras olvidadas.
Pero sobre todo, somos vuestra peor pesadilla. Porque, como veis, las generaciones pasan, pero los ideales perviven.
Connor Mac Leod, el tipo ese escocés que se levanta cada vez que lo matan en Los Inmortales; ese es un donnadie a nuestro lado. Somos los que tenemos la certeza de que, entre vuestro sistema miserable y nosotros, solo puede quedar uno.
Estamos condenados a vivir en Matrix, allá donde nada
es lo que parece; un mundo virtual donde la libertad es el señuelo con el que
un poder superior maneja a su antojo la vida de los aborígenes . Pero al menos,
sabemos quiénes somos. Sabemos de dónde venimos, los pasos que precedieron a
los nuestros; las plumas que escribieron nuestra historia y las espadas que
forjaron nuestro destino.
Sí, sabemos quiénes somos y esperamos ansiosos el día
en que Matrix salte por los aires; hemos aprendido a tener paciencia. Nos
habéis enseñado vosotros.
SOLO PUEDE QUEDAR UNO
Estamos condenados.
Condenados a sobrevivir a golpe de rebeldía en una sociedad esperpéntica y cual Max Estrella, vestiremos de principios cada despertar y haremos de los valores propios, nuestro centro de gravedad.
Condenados a sobrevivir a golpe de rebeldía en una sociedad esperpéntica y cual Max Estrella, vestiremos de principios cada despertar y haremos de los valores propios, nuestro centro de gravedad.
Condenados a vivir eternamente en un
mundo que no reconocemos, con seres inanimados de cartón piedra,
fabricados en serie por una gigantesca máquina de tontos como churros.
Condenados a asistir a la ceremonia de
los incapaces, de los tarados, de los mediocres, de los cretinos.
Condenados a la cena de los idiotas, al banquete de los lameculos, de
los huelebragas… condenados a vivir en Matrix.
Pero aceptamos el reto, nuestra razón lo
exige. Os tomamos la palabra que nunca nos ofrecisteis y echamos a la
talega el odio que nos acreditáis, usándolo como forraje de primera
necesidad para nuestra travesía del desierto en que habéis convertido
Europa. Es de comprender el disgusto que os lleváis cuando de tarde en
tarde -tampoco damos pa más-, encargáis a algún lacayo con licencia para
husmear, un informe de “la ultra” y remite un memorándum con dos
palabras: “ahí siguen”.
Y es que no hay nada que joda más que
tropezarte en tu propia fiesta con alguien que aborreces y al que dabas
por muerto. Y no podemos decir que sintamos el disgusto ocasionado. Aquí
estamos y estaremos por más que tengamos que atravesar océanos de
tiempo; porque hemos defendido tantas veces la verdad frente a la
historia vomitada, que en ocasiones solo alcanzamos a escuchar el eco de
nuestras palabras.
Hemos despertado cientos de amaneceres
buscando la luna en el reflejo de un charco, ambas manos crispadas en
las rejas; con el recuerdo de aquella última puesta de sol ahogando el
paso al lamento con un beso y la promesa de volver. Porque cargamos a
hombros nuestra carne con la bandera de la patria como sudario. Porque
seremos el último obstáculo que tendréis que superar para derribar los
muros de ésta nación y esto solo lo podréis hacer apartando nuestros
cadáveres.
Nos sobran los motivos. Somos el
estudiante muerto por la espalda cuando vendía un periódico. Somos el
abogado que abandona la vida regalada para mirar de frente la boca negra
de una docena de fusiles. Somos los que cuelgan por los pies en una
desvencijada gasolinera. Somos el matrimonio que salta en pedazos en una
carretera secundaria en Francia. Somos el poeta que sonríe -“será un
honor”- cuando le comunican que lo atravesarán contra una pared. Somos
los tres niños que empapan con sangre propia una calle en Roma. Somos el
“Europeo que se expresa en francés” y se inmola en el altar de la
regeneración. Somos los dos muchachos de Atenas. Y por supuesto, somos
el joven que soñó con una juventud diferente y dejaron tirado en el
portal de su casa.
Somos todo esto y mucho más…“la sangre en la nieve, la memoria de niños con uniforme, las cenizas humeantes de Hiroshima y Nagasaki”. Somos los que ponen nombres a las estrellas y nos saludamos con viejas palabras olvidadas.
Pero sobre todo, somos vuestra peor pesadilla. Porque, como veis, las generaciones pasan, pero los ideales perviven.
Connor Mac Leod, el tipo ese escocés que se levanta cada vez que lo matan en Los Inmortales; ese es un donnadie a nuestro lado. Somos los que tenemos la certeza de que, entre vuestro sistema miserable y nosotros, solo puede quedar uno.
Somos todo esto y mucho más…“la sangre en la nieve, la memoria de niños con uniforme, las cenizas humeantes de Hiroshima y Nagasaki”. Somos los que ponen nombres a las estrellas y nos saludamos con viejas palabras olvidadas.
Pero sobre todo, somos vuestra peor pesadilla. Porque, como veis, las generaciones pasan, pero los ideales perviven.
Connor Mac Leod, el tipo ese escocés que se levanta cada vez que lo matan en Los Inmortales; ese es un donnadie a nuestro lado. Somos los que tenemos la certeza de que, entre vuestro sistema miserable y nosotros, solo puede quedar uno.
Estamos condenados a vivir en Matrix,
allá donde nada es lo que parece; un mundo virtual donde la libertad es
el señuelo con el que un poder superior maneja a su antojo la vida de
los aborígenes . Pero al menos, sabemos quiénes somos. Sabemos de dónde
venimos, los pasos que precedieron a los nuestros; las plumas que
escribieron nuestra historia y las espadas que forjaron nuestro destino.
Sí, sabemos quiénes somos y esperamos
ansiosos el día en que Matrix salte por los aires; hemos aprendido a
tener paciencia. Nos habéis enseñado vosotros.
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